jueves, 9 de mayo de 2019

LITERATURA DE FICCIÓN RENACENTISTA. REPASO DE CONTENIDO.

LITERATURA DE FICCIÓN RENACENTISTA
Repasando para el examen

Amadís de Gaula (1508)

De cómo la doncella de Dinamarca fue en busca de Amadís, y acaso de ventura, después de mucho trabajo, aportó a la Peña Pobre, donde estaba Amadís, que se llamaba Beltenebros. 

[…] A esta sazón, Beltenegros estaba en la fuente debajo de los árboles que ya oísteis, donde aquella noche albergara, y era ya su salud tan allegada al cabo que no esperaba vivir quince días, y del mundo llorar, junto con la de su gran flanqueza, tenía el rostro muy descamado y negro, mucho más que si de gran dolencia agraviado fuera, así que no había persona que conocerlo pudiese, y desde que hubo mirado una pieza la nave y vio que la doncella y los dos escuderos subían suso la Peña, como ya su pensamiento en ál no estuviese sino en demandar la muerte, todas las cosas que hasta allí había tratado con mucho placer, que era ver personas extrañas, así para las conocer como para las remediar en sus fortunas aquéllas y todas las semejantes de él con mucha desesperación eran aborrecidas, y partiéndose de allí a la ermita se fue, y dijo al ermitaño: -Gente me parece que de una fusta salen y se vienen para vos.

El Abencerraje y la hermosa Jarifa (s. XVI)

La dama, con buen semblante, le dijo: 

—No te congojes, Abindarráez, que yo tomo el remedio de tu rescate a mi cargo, por­que a mí me cumple más. Yo digo así: que cualquier caballero que diere la palabra de volver a la prisión, cumplirá con enviar el rescate que se le puede pedir. Y para esto ponedle vos mismo el nombre que quisierais, que yo tengo las llaves de las riquezas de mi pa­dre; yo os las pondré en vuestro poder; enviad de todo ello lo que os pareciere. Rodrigo de Narváez es buen caballero y os dio una vez libertad y le fiaste este negocio, que le obliga ahora a usar de mayor virtud. Yo creo que se contentará con esto, pues teniéndoos en su poder ha de hacer lo mis­mo. 

El Abencerraje la respondió: 

—Bien parece, señora mía, que lo mucho que me queréis no os deja que me aconsejéis bien; por cierto no caeré yo en tan gran yerro, porque si cuando venía a verme con vos, que iba por mí solo, estaba obligado a cumplir mi palabra, ahora, que soy vuestro, se me ha doblado la obligación. Yo volveré a Alora y me pondré en las manos del Alcaide de ella y, tras hacer yo lo que debo, haga él lo que quisiere. 

—Pues nunca Dios quiera —dijo Jarifa— que, yendo vos a ser preso, quede yo libre, pues no lo soy. Yo quiero acompañaros en esta jornada, que ni el amor que os tengo ni el miedo que he cobrado a mi padre de haberle ofendido me consentirán hacer otra cosa.

La Diana, Jorge de Montemayor (1559)

"Bajaba de las montañas de León el olvidado Sireno, a quien Amor, la fortuna, el tiempo trataban de manera que del menor mal que en tan triste vida padecía, no se esperaba menos que perderla. Ya no lloraba el desventurado pastor el mal que la ausencia le prometía, ni los temores del olvido le importunaban, porque veía cumplidas las profecías de su recelo, tan en perjuicio suyo, que ya no tenía más infortunios con que amenazarle. 

Pues llegando el pastor a los verdes y deleitosos prados, que el caudaloso río Ezla, con sus aguas va regando, le vino a la memoria el gran contentamiento de que en algún tiempo allí gozado había, siendo tan señor de su libertad, como entonces sujeto a quien sin causa lo tenía sepultado en las tinieblas de su olvido. Consideraba aquel dichoso tiempo que por aquellos prados y hermosa ribera apacentaba su ganado, poniendo los ojos en solo el interés que de traerle bien apacentado se le seguía; y las horas que le sobraban gastaba el pastor en solo gozar del suave olor de las doradas flores, al tiempo que la primavera, con las alegres nuevas del verano, se esparce por el universo, tomando a veces su rabel, que muy pulido en un zurrón siempre traía; otras veces una zampoña, al son de la cual componía los dulces versos con que de las pastoras de toda aquella comarca era loado. No se metía el pastor en la consideración de los malos o buenos sucesos de la fortuna, ni en la mudanza y variación de los tiempos, no le pasaba por el pensamiento la diligencia y codicias del ambicioso cortesano, ni la confianza y presunción de la dama celebrada por solo el voto y parecer de sus apasionados; tampoco le daba pena la hinchazón y descuido del orgulloso privado: en el campo se crió, en el campo apacentaba su ganado, y así no salían del campo sus pensamientos, hasta que el crudo amor tomó aquella posesión de su libertad, que él suele tomar de los que más libres se imaginan. 

Venía, pues, el triste Sireno los ojos hechos fuentes, el rostro mudado, y el corazón tan hecho a sufrir desventuras, que si la fortuna le quisiera dar algún contento, fuera menester buscar otro corazón nuevo para recibirle. El vestido era de un sayal tan áspero como su ventura, un cayado en la mano, un zurrón del brazo izquierdo colgando. [...]"

Los amores de Clareo y Florisea, Alonso Núñez de Reinoso 

Pasadas todas estas cosas, yo determiné de partirme en Efeso; y mandando a fletar una nao y despidiéndome de Ibrina y de su marido, nos embarcamos y comenzamos de navegar la vía de la ciudad de Efeso. Y habiendo algunos días que con buen tiempo hacíamos nuestro camino, vimos de lejos una isla, la cual parecía tan oscura que la noche no lo es tanto. Parecía que unos humos negros de azufre salían della; las casa y arboledas eran todas negras y de negra color, las aguas que por ella corrían eran todas de color de sangre; oíanse grandes y doloroso gritos y grandes alaridos que ponían espanto a los que los oían. Y ansí, nosotros quedamos espantados y con deseo de saber qué aventura fuese aquella. Y porque ya era de noche, mandamos a los marineros que detuviesen la nao hasta la mañana porque queríamos saber qué tierra fuese aquella. Ellos lo hicieron ansí y dijeron que era mejor tomar tierra porque aquella, aunque tan triste pareciese, era segura, a la cual se llamaba la ínsula de la Crueldad, porque en ella estaban sepultados todos aquellos que cruelmente habían sido muertos, y que ansí era el uso de aquellas tierras que estaban cercanas y de más lejos, que era traer allí a sepultallos. 

Yo quisiera que pasáramos adelante por no quedar allí en tan triste tierra, pero Clareo no lo consintió, antes mandó tomar tierra. Y ansí lo hicimos; y saliendo al puerto nos quedamos allí la noche, la cual fue tan larga que pensamos que nunca amaneciese, y era la causa porque el sol no parecía en aquella isla, antes huía della. Pero habiendo entrado el día, aunque oscuro, bien conocimos que era ya de día, y comenzando a mirar la tierra vimos muchas sepulturas de muchas personas que cruelmente habían sido muertas.

Lazarillo de Tormes (1554)

Yo, como estaba hecho al vino, moría por él y viendo que aquel remedio de la paja no me aprove- chaba ni valía, acordé en el suelo del jarro hacerle una fuentecilla y agujero sutil, y delicadamente, con una muy delgada tortilla de cera, taparlo; y al tiempo de comer, fingiendo tener frío, entrábame entre las piernas del triste ciego, a calentarme en la pobrecilla lumbre que teníamos, y al calor de ella luego derre- tida la cera, por ser muy poca, comenzaba la fuen- tecilla a destilarme en la boca, la cual yo de tal manera ponía que maldita la gota se perdía.

A) Establece la intención comunicativa de cada uno de estos fragmentos.

B) Localiza las características literarias que presentan los textos según el subgénero narrativo al que pertenecen.


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